La noche del miércoles 10 de diciembre, quedó intacta en la mente del fan de la música que viene de las catacumbas, como una de esas veladas que recuerdan por qué este movimiento sigue vivo, profundo y resiliente, pese a las nuevas modas. Tres actos, tres formas de entender la oscuridad y tres energías que confluyeron en la misma identidad. Desde las texturas del post punk y el death rock de las chilenas Diavol Strain, pasando por la intensidad emocional histórica de Gene Loves Jezebel en su debut por Chile, hasta el retorno cargado de memoria y trascendencia de Christian Death, el público vivió una jornada donde el death rock y los matices góticos, se abrazaron sin esfuerzo, alimentando una atmósfera casi ritualista.

El dúo chileno compuesto por Ignacia Strâin y Lau M. volvió a demostrar por qué su nombre suena cada vez más allá de nuestras fronteras. Su puesta en escena fue desde el primer instante, una invitación a sumergirse en un paisaje sonoro sombrío y letárgico, donde los cuerpos y las luces rojas se alinearon con precisión. Con un buen impacto visual, desde sus vestimentas, actitud y hasta la videografía proyectada, reforzaron ese carácter decadente y melancólico que debe tener lo gótico.

Técnicamente, el dueto mostró un crecimiento evidente, sonando densas y nítidas, a base de cuerdas cargadas de chorus y reverb, dibujaron melodías filosas con un aire deliberadamente retro, sin perder frescura. Con un espectro sonoro sin sobrecargarlo, ofrecieron un show sólido, inmersivo y emocionalmente coherente, en el que cada elemento formó un show conciso que dejó a la audiencia pidiendo por más.

Mientras que, la llegada de Gene Loves Jezebel a Chile por primera vez, fue un acontecimiento que muchos fanáticos esperaban desde hace décadas. Pues, ver a Michael Aston por fin sobre un escenario chileno, considerando las polémicas por la separación con su hermano Jay por diferencias creativas, personales y contractuales, generó una carga emotiva e intensa. Michael, moviéndose entre una voz cálida, bailes incesantes y una transmisión de vulnerabilidad y humanidad, evocó tanto la melancolía romántica como la desesperación dark que caracteriza el género.

Con gran dramatismo y entrega, el sonido desarrollado bajo su dirección entregaron una combinación de guitarras etéreas, un bajo contundente y líneas muy melódicas. Con baterías que oscilaron entre el post-punk de los 80, y una base más rockera y alternativa. A base de chorus, delays y reverbs amplios, lograron conectar con una audiencia, que si bien no ha sido muy cercana con esta gran banda, fueron capaces de construir paisajes sonoros envolventes y, por sobre sobretodo con ese carácter emocional más que comercial.

El gran viaje de Gene Loves Jezebel pasó por clásicos tales como “Heartache”, “Downhill Both Ways”, “Loving You Is the Best Revenge”, “Gorgeous” y finalizando con “Desire”, sacando lo mejor de sus discos, que exploran temas como la pérdida, el desamor, la resiliencia y el desconcierto espiritual, reforzó el carácter introspectivo de su propuesta, nunca antes vista en estas tierras tan lejanas.

Y entonces llegó el momento más esperado por una parte considerable del público con Christian Death, regresando a Chile, Valor Kand al frente, y la voz de Maitri, quien cada vez demuestra un abanico más amplio de registros vocales con gran desplante escénico. Con ciertas dificultades iniciales en su show, con la caja de la batería, una cuerda y temas técnicos, lograron salir adelante, como siempre, con esa mezcla de erotismo, oscuridad, teatralidad y espiritualidad, transformando el escenario en un altar, con sus características flores y hojas en sus micrófonos.

El cuarteto, liderado por Kand apareció imponente, con ese dominio escénico que pareciera venir de otro tiempo, de una época en la que la música gótica se vivía como una liturgia, más que como un espectáculo. Y ni hablar de esas guitarras que siguen siendo una columna vertebral afilada, características de estos géneros.

Maitri, por su parte, se apropió del escenario con una fuerza magnética junto a su bajo, llamando la energía del público hacia su presencia, entre lo sensual y lo místico. Vocalmente, con su gravedad desgarrada pasó con sus compañeros por un setlist como un gran viaje por distintas etapas de la banda, desde “Elegant Sleeping”, “Beautiful” , “New Messiah”, “The Warning”, “Blood Moon” hasta himnos definitivos para góticos de vieja escuela como “Tales Of Innocence”, “As Evening Falls”, “Romeo´s Distress”, “Cavity- First Communion” y “Face”, demostrando que pese a todo, Christian Death es un proyecto que sigue vivo, cambiante y desafiante.

Mientras que, el público chileno respondió con una alta intensidad, con manos en alto, saltos, gritos y coros con esa sensación indescriptible de nostalgia. Christian Death cargó con el tiempo, la muerte y una escena que sigue reinventándose este 2025, a través de mucha oscuridad, tenues luces rojizas y videografía pasando por su carrera.

Cuando las luces se apagaron por última vez, quedó la sensación clara de haber sido parte de un evento conmovedor, con una fuerza que trasciende generaciones. Sin duda, una trilogía musical, que llevó a todos los presentes a vivir una ceremonia indescriptible, dotada de entrega, emociones profundas y sentimientos por esos sonidos que evocan el pasado.




Agregar un comentario