Es impredecible lo que en estos tiempos puede suceder en cuanto a lo que a shows o eventos se refiere en Chile, particularmente en Santiago, entendiendo los costos de éstos, y la dificultad de espacios disponibles para realizarlos.

 

 

He ahí la importancia de que ante toda tormenta, con cancelaciones a pocos días del show, la productora a cargo, Transistor, haya logrado resolver tan importante hito para los amantes de este tan nostálgico y cálido segmento de la adolescencia tardía de unos cuantos, sin tanto alarde: el post hardcore, el emo, y por consiguiente el screamo, han sido nichos informales dentro de la magnitud de su predecesor, el tan prominente Hardcore (cuya base sustancial, es todo el amplio esquema revelativo que, desde el punk más clásico, profundizó en la noción más agresiva y natural de una juventud rebelde).

 

 

Pese a todo pronóstico, con altibajos en cuanto al clima, que a su vez -quizás para muchos- fue la ocasión perfecta, en un romance seductor, propio del estilo musical a presenciar, en donde esas mocedades y la inocente impaciencia se iba notando en los ojos expectantes de los citados a esta prístina reunión, y cada minuto era acortar esa espera de años para los presentes en el público.

 

 

I Set My Friends On Fire hizo su aparición en Sala Metrónomo, ante una audiencia sedienta de energía, con un show cargado de estridencia, gritos, y composiciones 8 bits sintéticas dispuestas a poner en la posición competente para los fanáticos más acérrimos de estos clásicos del género. Los oriundos de Miami (circa, 2007) brindaron un espectáculo a la altura de sus primeros trabajos.

 

 

 

 

A partir del guiño al rapero Playboi Carti, que funcionó como una pequeño intro, a lo que posteriormente se expondría como los primeros atisbos de un repertorio absolutamente explosivo, notoriamente gestado a son de casi un fan service, bien digerido para los fieles del cuarteto.

 

 

 

 

Los fuegos se abrieron con el clásico “Revenous Revenous Rhynos”, que vigorosamente se coreó al unísono por el inexorable éxtasis colectivo, que pertinentemente dio cobijo absoluto a los necesarios “But the Nuns Are Watching”, “Sex Ed Rocks”, continuando con el peso brillante de “Things That Rhyme With Orange”, cerrando así, la primera tanda de una ceremonia inolvidable, que, a palabras propias de la banda, se repetirá “más temprano que tarde”.

 

 

 

 

Tras un receso para recuperar energías, Senses Fail hace acto de presencia, y desde el comienzo la banda hace gala de que sus 25 años de trayectoria no son en vano, dando el puntapié con la potente “Rum Is for Drinking, Not for Burning”, dieron cátedra, haciendo un recorrido por lo mejor de sus álbumes.

 

 

 

 

Con un Buddy Nielsen (voz) emocionado y porque no, gracioso, entablaron junto con sus compañeros una dinámica distendida y cercana con los fans. La banda hizo un recorrido con emblemas como “Lady in a Blue Dress” y “Family Tradition”, dejando en claro que venían a remecer a un público que estaba esperando este acto desde hace mucho.

 

 

 

 

Con un himno de su primer EP From Dephts Of Dreams, ¨187¨ cerraron la primer parte, para luego culminar en el encore con dos de sus más grandes éxitos, “Can’t Be Saved”, seguido de “Bite to Break Skin”, dejando en claro que sus ansias de tocar en suelo nacional era una tarea que se debía lograr, tanto por la turbulencia de lo que muchos supimos, y un día que con una lluvia repentina y poética no apaciguó los ánimos de los fanáticos del tan querido post hardcore. En resumen, un show increíble de la mano de unos debutantes Senses Fail en Chile.

 

 

 

 

¿Qué más se puede sentir y pedir, cuando dos bandas, por primera vez, hacen estallar y emocionar a una hinchada que buscaba a sus héroes por tanto tiempo?

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