Reseña por: Jaime González

Fotografías: Francisco Pérez y PowerOfMetal

 

Amo los días que toca Iron Maiden. Desde el momento que sales de la casa, vas en la micro, tomas el metro, caminas por la calle… en cada rincón ves a alguna persona luciendo orgulloso algún Eddie en su polera. Al menos cuatro generaciones se ven unidos en masa, como una procesión que nos lleva a la mezquita del metal, para rendir pleitesía a quienes llevan el estandarte mayor de dioses del heavy metal, en caras llenas de regocijo y ansias al ver por primera vez lo que otros te contaron, o para repetir nuevamente el torbellino de emociones que anteriormente viviste.

 

Es indescriptible lo que puede llegar a provocar solamente una intro envasada a más de 60 mil personas que entienden su significado, una especie de broma hacia sus seguidores que se ha mantenido sin fallar desde el año 2000 en adelante, los acordes de UFO llenan de saltos la cancha y al unísono suena fuerte el “Doctor, Doctor, please…” en una auténtica fiesta masiva que da comienzo a la película Blade Runner, con una expectación creciendo, hasta que, sin personas en el escenario, suenen las primeras armonías de “Caught Somewhere in time” y al mismo tiempo ingresen sus cuerdas con un estadio que parecía reventar de euforia, al menos 8 bengalas en distintos lugares del recinto enardeciendo el ensordecedor cántico de los presentes junto a Bruce Dickinson haciendo malabares con el atril y corriendo de un lado a otro con adrenalina plena y haciendo que el público no dejara de sentir que la espera de aguantar todo el día al sol haya sido en vano, Eddie asomándose en un costado, apuntando con su pistola a los presentes. Su letra es una entrega a la posibilidad de perderse en el tiempo, en una elección de aventurarse a lo desconocido o quedarse en la seguridad y creo que todos elegimos aventurarnos en esta odisea, que continuaba con “Stranger in a Stange Land”, la que nos permitía admirar la composición del gran Adrian Smith con la hermosura de sus solos y la perfección de su ejecución. Al fin hay tiempo de saludar y Bruce nos cuenta que en Colombia habían logrado hacer un pequeño sismo con la gente, pero que sabía en Chile éramos los amos de los terremotos y al unísono, logra que la totalidad del público comience a saltar para hacer temblar el recinto desde sus cimientos que a nadie dejó sentado. Presentando su nuevo hermoso disco Senjutsu (2021), “The Writing on the Wall”, sorprendía que incluso siendo el 17avo disco en estudio de la Doncella, aún sus seguidores se aprenden sus canciones, cantando a reventar su repetitivo coro y de igual forma con “Days of Future Past”. Recordemos que Iron Maiden en cada una de sus giras mezcla canciones de su último disco, oportunidades únicas para deleitarnos con ciertas canciones que jamás volverán a tocar, con clásicos y en esta oportunidad, también con uno de sus discos más icónicos. Es así, como haciendo un viaje al pasado y mencionando la oportunidad en que no pudieron entrar por movimientos de la Iglesia Católica, nos invita a viajar en el tiempo hacia 1986 donde muchos de los presentes aún no habían nacido y levantaron sus manos para relucir, con su nueva canción “The Time Machine” entregando el aire que rondan canciones como “Hallowed by thy Name”, o “Dance of Death” (grandes ausentes), con su introducción más controlada y Dickinson narrando su historia con técnica vocal excepcional, y luego explotar con una gran intensidad lleno de heavy metal, para que las palmas se dejaran hacer notar llevando el final de la canción.

 

Había que entregar algo a sus fans más longevos y la elección ahora estaba en “The Prisioner” del disco The Number of the Beast (1982), suena por los parlantes la introducción de Patrick McGoohan, unos golpes infernales de la batería que retumbaron en el estadio y nos lanzamos nuevamente al ruedo del headbanging y pequeños pits alrededor de las bengalas que seguían saliendo. Bruce se da el tiempo de hacernos notar el amor real que mantiene con sus seguidores, y luego de jugar de forma entretenida con los presentes y sus manos, vendría el primer ¡Scream for me Chile! Y así, comenzar la preciosidad y belleza que tiene la canción “Death of the Celts”. Las armonías de Smith, Murray y Gers, más el golpeteo de Harris preparan el camino para que Dickinson nuevamente encienda su capacidad increíble de contarnos historias con su voz que solamente sabe disparar miel sobre nuestros oídos. Palabra a palabra de forma contundente, subiendo sus escalas en momentos precisos para erizarnos los pelos y hacer que una línea helada pase por nuestra espalda. Estoy absolutamente seguro que, si alguien hasta ese momento no había escuchado este tema, debió llegar a su casa corriendo para repasarla nuevamente, con ganas infinitas de seguir sintiendo este enviciante manto sobrecogedor, que hace caer sobre nuestro ser. El trance es fuerte en su término, todos absortos en deleite pleno y había que sacarlos del estado catatónico en el que se consiguió, así que, a la cuenta de 3, todos gritaron a todo pulmón “Can I Play With Madness” que narra la parte del disco conceptual Seventh Son of a Seventh Son (1988), en donde el profeta adivino se burla de su protagonista, gritándole que aún está muy ciego para poder ver la realidad de su destino.

 

La energía tanto de los presentes, como de los músicos estaba por las nubes y no querían bajarla, habían ganas de soltar la adrenalina por medio de cánticos de estadio y esto se logra gracias a “Heaven can wait” donde se hizo impresionante el fervor con el que esa cantidad de miles de personas gritaban al mismo tiempo, mientras saltaban, el característico “Huo ho hó…” final, con el sonido del sintetizador que lo acompaña en toda su extensión de forma grandiosa. Un espectáculo en todo su esplendor con Eddie viajero del tiempo disparando a Bruce, quien devolvía los tiros con cohetes pirotécnicos desde un lanzador de la segunda guerra mundial en un deleite visual, que solamente preparaba la ambiente para el momento más esperado de todas las almas asistentes. Diez veces había estado Iron Maiden en nuestro país, variados setlist, una enormidad de canciones tocadas, cantadas y coreadas, pero jamás en la historia habían manifestado este tema en Chile y que, por cierto, es una de las más queridas por todos. Hablo de quien realiza el cierre del disco Somewhere in Time (1986) la melancólica, profunda y épica “Alexander the Great”. El redoble de Nicko McBrain da los tiempos para que Smith se luzca con su soberbio solo, hasta que el resto de las cuerdas se vaya sumando creando una amalgama perfecta de sonidos que viajan de lado a lado por nuestra cabeza, haciendo que inevitablemente la emoción comience a embargarnos y humedecer nuestros ojos, embriagados completamente por la hermosura con que se comienza a desarrollar todo y, Bruce, con voz sentida, nos cuenta el relato de su enorme personaje. Su mitad no solamente trae uno de los momentos más épicos en toda la historia musical de Iron Maiden, que no sabes bien si, deleitarte a ojos cerrados para dejarse llevar, o bien, estar atento a cómo cada uno de quienes están en el escenario sienten la música que tocan de forma sentida, mientras Dickinson toma una baqueta acolchada y hace resonar por todo el estadio el sonido del Gong en la batería. Por si fuera poco, por si eres tan ajeno a sentir en tu ser por medio de la música, Bruce viene a darte la última patada en el suelo, para que no puedas escapar de que tus ojos queden secos, manteniendo la última nota por casi 30 segundos, que sacó aplausos espontáneos, mientras las armonías terminaban su trabajo. Todo lo que vendría después de esto, era solamente bonus.

 

Había que cantar también y desatar nuevamente euforia, comienza a sonar la canción que se creó específicamente para ser vivida en estadios, tanto que, en todas las recopilaciones de su historia, vendría siempre en su versión en vivo. Claramente hablamos de “Fear of the Dark”, que luego de ser cantada en su parte introductiva, se avientan con unas diez bengalas simultáneamente, la cuales, teñían todo de un rojo color, mientras que se vociferaba palabra a palabra en la que, probablemente, sea la canción más querida y al mismo tiempo criticada por sus seguidores. Una fiesta completa que se coronaría con el emblema que evoca sus tiempos con Paul Dianno (RIP 2024), la homónima “Iron Maiden” que hace ingresar a Eddie en su forma samurái, para guerrillear eternamente los guitarrazos que Janick le prepara en cada oportunidad, mientras el correteo de idas y venidas entre sus piernas se hace eterno e inmutable, para recordarnos que no importa donde estemos, en cualquier lugar la doncella de hierro nos encontrará para llevarnos a la muerte. Y, aunque esta vez no emergió el Robot gigante de atrás, sí apareció una enorme cabeza inflable con el Eddie más actual que tenemos, que siempre hace efervescer los ánimos.

 

Tras un breve descanso y Nicko regalando baquetas al público, nos enmarcamos en “Hell on Earth” que hacía gala del definido sonido logrado en ambas jornadas, un punto altísimo en esta pasada de la bestia y entendiendo no era una canción tan conocida, sacaron todo el fuego que pudieron literalmente, con lanzallamas que acompañaron casi la totalidad de la canción, con un fondo de Eddie como la estatua de la libertad en medio de las arenas de un mundo apocalíptico post punk, en un espectáculo colosal que nos tenían ya rendidos a sus pies. Pero querían coronar, su despedida tenía que ser de forma álgida, así que como es costumbre, “The Trooper” nos presenta el bandereo acostumbrado, esta vez, solamente como panel final, mientras todos y cada uno canta con el puño en alto, como si no existiera un mañana y es necesario que nos escuchen hasta en la Luna.

 

El cierre me cuesta un poco describirlo, porque las lágrimas producto de la emoción de escuchar el comienzo de “Wasted Years” me nublaba la vista, así que el deleite fue mayoritariamente sonoro y cantado. En donde se logró percibir de mejor forma la espectacularidad del sonido, las características 3 guitarras armonizando, el golpeteo incesante de las 4 cuerdas por parte del gran Jefe y los golpes certeros de las batacadas, en donde las palabras de Bruce me atacaban el cerebro, calando en el alma su mensaje exquisito que a veces olvidamos: no hay que mirar atrás, buscando en los “tiempos mejores”, porque puedes caer en el error de no disfrutar el presente, uno que en el futuro nuevamente estarás añorando, así como aquellos años perdidos… Probablemente hubo bengalas a mi lado, porque me llegaba el calor y se lograba visualizar algo rojo… la verdad… no pude verlo.

 

Entiendo a quienes fueron por primera vez y les faltaron canciones, entiendo a quienes han ido muchas veces y cansados de la repetición de los mismos inmortales estaban absolutamente felices con la renovación de canciones, pero es indudable una cosa: No importa lo que traiga Iron Maiden en su listado, siempre vas a poder disfrutar su calidad, su entrega y su carisma. Siempre lograrás sentir el abrazo con el que te cubrirán de forma paternal y te dejarás llevar por su belleza, en donde, de forma casi segura y sin miedo a equivocarme, en algún momento lograrán tocar tu fibra y llevarán las emociones a puntos inexplorados en la vida, que cada día está más carente de ellas.

 

 

2 repuestas a “Iron Maiden en Chile: La emoción de los años perdidos”

  1. Avatar de Erick Arnaldo Pino Acevedo
    Erick Arnaldo Pino Acevedo

    Que buena reseña hermano ! Sin duda este es un viaje de principio a fin , llevándonos por un sin fin de emociones y haciendo feliz a todos los presentes . Es mi cuarta vez en Maiden , y siento que cada vez me hacen sentir cosas distintas , es un deleite al oido y emoción de ver a mi banda favorita por cuarta vez. Ya solo esperando la siguiente gira que será aún más épica con sus 50 años de carrera 🙂 el 27 de noviembre volví a ser feliz , a pesar de ir lesionado trate de disfrutar cada momento… Me impresiona increíblemente la energía que tienen incluso pasando los 65 años , es maravilloso verlos en vivo , solo gracias por existir y ya contando los días para verlos una vez más .

    IromMaiden son y serán inmortales 💙❤️🇨🇱

  2. Que hermoso relato, indiscutiblemente la emoción embargó mi alma aún sin haberlo vivido empíricamente. Felicitaciones Jaime González Araya, por tan detallada reseña y por pensar en nosotr@s l@s lectores a quienes logras envolvernos en el deseo de seguir leyendo sin querer terminar la narrativa.Un gran abrazo. Te felicito 😊

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